Las emociones forman parte de la naturaleza del ser humano y la inconsciencia también.

Estamos en un momento del desarrollo evolutivo de la humanidad en el que cada vez más, mantenemos conversaciones acerca de las emociones y de cómo nos podemos sentir en las distintas situaciones que experimentamos cada día.

Tenemos más consciencia de las emociones, aunque a la vez somos desconocidos de nosotros mismos cuando emergen emociones de forma impulsiva dejándonos arrastrar por ellas, justificándonos seguidamente porque nos sentimos cargados de razones.

La verdad es que nos resulta complicado asumir la responsabilidad afectiva, debido a que no contemplamos la ignorancia acerca de nosotros y de la totalidad de la vida en la que vivimos sumergidos.

La falta de humildad junto a la falta de disposición para aprender de las experiencias, nos enredan entre la comodidad y la confusión. Y cuando nos sucede algo “inesperado” es cuando se despiertan emociones desagradables, las cuales no controlamos, recreándonos en ellas sin ser conscientes de lo que generan internamente a la vez que interactuando con los demás.

A esto lo podemos llamar emociones tóxicas, en el sentido de que nos llevan a sufrir, al autocastigo, la manipulación, entre otros defectos humanos, de forma muy severa y dañina.

Los antiguos filósofos ya dejaron constancia de la importancia que tiene conocerse en el lado inconsciente de la personalidad, para poder desarrollar lo mejor del ser humano a partir de reconciliarse con la totalidad en la Unidad de lo que somos cada quien, gracias al proceso de interactuar con los demás.

En la naturaleza humana existe éstas formas de sentir, a lo que los antiguos filósofos las llamaban defectos humanos, los que habría que trascender desarrollando las virtudes correspondientes.

Está claro que nos van más las pensadas superficiales, vanales y es por esto que ahora la moda es llamarnos “TÓXICOS”, pero tras mi experiencia de 20 años en la terapia, apoyada en la filosofía de los antiguos, lo que llevo investigando a través de casos reales, me lleva a confirmar que los seres humanos huimos de conectar con nuestras miserias, ya que es muy doloroso y difícil de asimilar los propios defectos. Por supuesto es mucho más sencillo, en apariencia, señalar los defectos de los demás, algo que nos sigue manteniendo en la más absoluta ignorancia, pero así somos.

Vivir desde la apariencia y estar realmente vacíos en el interior es la tendencia, pero también se pueden dar pasos hacia CULTIVAR RESPONSABILIDAD AFECTIVA, y comprometerse con uno mismo para arreglarse por dentro y por fuera en lugar de empeñarnos en que sea el otro el que tiene que cambiar.

Los antiguos filósofos ya dejaron constancia de la importancia que tiene conocerse en el lado inconsciente de la personalidad, para poder desarrollar lo mejor del ser humano a partir de reconciliarse con la totalidad en la Unidad de lo que somos cada quien, gracias al proceso de interactuar con los demás.